desde el banquillo

“Ha tenido un Andrés Iniesta”

Jorge de Leonardo Perez /

Licenciado en Humanidades y Maestro de Educación Fisica

“Enhorabuena señora, ha tenido un Andrés Iniesta”. Esta es la frase que seguro a más de uno le gustaría escuchar en los hospitales españoles. Todos los fines de semana, asistimos con cierta vergüenza y estupor cómo en muchos campos y canchas de nuestro país, suceden hechos totalmente contrarios a lo que debería ser la buena práctica deportiva. Agresiones entre jugadores, a los árbitros, entre los propios padres. ¿Por qué está ocurriendo esto? Es evidente que el problema fundamental es educativo y que podríamos categorizarlo en tres niveles:

1. Por un lado los niños: En un alto porcentaje, los chavales practican un deporte porque les gusta y lo hacen con sus amigos sin más ambición que el de pasárselo bien y el de “jugar por jugar”. En un pequeño porcentaje nos encontraríamos con niños cuya máxima sería: “tengo que jugar bien y ganar para no defraudar a mi padre”. Esta última frase es aterradora, ¿verdad?

2. En otro lado tendríamos a los entrenadores: Los tenemos del tipo entrenador-educador, cuya figura se podría resumir en un “estamos ganando 5-0 y vamos a dejar ya de presionar para que el equipo contrario pueda tocar un poco el balón y se divierta”. Y del tipo entrenador 'me creo Mourinho': “vamos ganando 5-0 al descanso, si seguís presionando y metéis otros cinco os invito a Coca Cola y patatas fritas”. Tengamos en cuenta que después de tanto esfuerzo por ganar a toda costa hay que reponer las calorías perdidas.

3. Por último los padres. ¡Oh, los abnegados padres que llevan a sus hijos en enero a jugar a las nueve de la mañana un domingo! Tendrán que tener su recompensa, ¿no? Los tenemos del tipo padre-normal que lo único que quiere es que su hijo se lo pase bien y haga algún deporte colectivo para estar con otros niños. Y, por supuesto, del tipo padre-representante: “nuestro hijo nos va a sacar de pobres, ya lo verás María”. ¡Atención lectores de este artículo!, éste es el padre del que deberéis alejaros. Suelen ser competitivos, arrogantes y muchas veces descargan sus frustraciones sobre sus retoños. Sólo un pequeño porcentaje llega a ser deportista de élite. Esto no es tan fácil como entrar en una tienda y pedir: “Deme un Pau Gasol para llevar por favor”. Hace falta mucha suerte y tener tanto el chaval como su entorno la cabeza muy bien amueblada.

¿Estás queriendo decir querido autor, que es malo tratar de ser deportista profesional? En absoluto. Las cosas si tienen que ser, llegarán. Si tu hijo acaba despuntando, a pesar de sus entrenadores y de sus padres, tranquilo, que ya le llamarán. Lo que nunca se debe hacer, se llegue al máximo nivel o no, es dejar de formarse y estudiar.

Cada vez conocemos más casos de deportistas de élite que a la par que se dedican a su profesión, se sacan unos estudios universitarios. Nunca se sabe qué puede pasar en la vida de un deportista.

Lo que está claro es que si queremos una sociedad sana a todos los niveles, debemos fomentar entre todos desde la base, una serie de valores como la nobleza, el respeto, la amistad, el compañerismo, la solidaridad para que el deporte sea sólo eso, deporte, y que en los hospitales españoles podamos escuchar en un futuro no muy lejano: “enhorabuena chiquitín, te han tocado unos padres normales”.

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